miércoles, 27 de mayo de 2009

Arte Digital, el gran ausente




ArteBA 09 - 18 Feria de Arte Contemporáneo
22 al 26 de mayo de 2009 en La Rural – Buenos Aires

Copyright fotos del Autor
Foto 1 (arriba)Intervención digital de Nina Molina
Foto 2 (abajo) Obra de Tatiana Parcero

Con gran afluencia de público disfrutando de los más de 800 expositores de arte contemporáneo argentino y latinoamericano, ArteBA 09 se confirmó una vez más como el eje donde constelan galerías, artistas y medios especializados. Con dedicatoria especial este año para Rómulo Macció, León Ferrari y Santiago Puente, la Feria volvió a reunir a los nombres consagrados, los valores emergentes y los representantes de las nuevas tendencias, todos de cara a un público ávido que observaba con atención y celebraba a los más osados y creativos.
Sin embargo, a pesar de la abundancia de obras y de la probada capacidad que tiene la Feria de atraer al público en general –aquellos que no suelen frecuentar el circuito artístico- fue notable la baja participación este año de artistas digitales.
Apenas poco más de una docena de fotógrafos digitales, unas cuantas reproducciones serigráficas y algunas video-instalaciones resultaron ser una muestra escasa, inmersa en el océano de pinturas, esculturas e instalaciones de variada factura que colmaron la Rural. Las técnicas más tradicionales de arte –pintura, escultura e incluso fotografía analógica- prácticamente monopolizaron un espacio que por definición suele ser ecléctico y abierto a nuevas experiencias.
Es difícil aventurar una explicación de por qué el arte digital se constituyó en el gran ausente de esta edición de ArteBA. Tal vez la falta de interés de los artistas del rubro cibernético de exponer en la Feria se deba a que si bien ésta se constituye en una excelente vidriera para mostrarse tanto al público raso que sólo viene a husmear y curiosear como para los potenciales compradores de paladar negro, ArteBA no resulte tan eficaz a la hora de atraer al público del digital art. Otra posibilidad –que tal vez sea complementaria de la primera- es que la tribu de los digitales prefiera otras formas de acercarse al circuito de exposición, otras alternativas para darse a conocer a la gente, y ArteBA resulte ser un marco excesivo y con poca afinidad, falto del feeling adecuado.
Cualquiera que sean los verdaderos motivos –incluso dejando la puerta abierta a que todo sea apenas casualidad-, la ausencia masiva de arte digital no empañó la calidad de la Feria, que se caracterizó por el gran nivel de lo expuesto y por la alta aceptación del público. Pero, igualmente, se sintió la falta de un segmento tan rico e importante en el quehacer de las artes plásticas actuales. Una mayor participación del digital art le hubiera brindado a esta versión de ArteBA, sin dudas, todo el brillo que el nuevo arte del siglo XXI puede aportar.

Publicado originalmente en http://multimedia.maimonides.edu

Cuentos de Gallego



Como él mismo se ocupa de divulgar, José Luis Gallego llegó al mundo cayendo en las manos de una partera japonesa, circunstancia a la que puede atribuirse que tenga los ojos achinados, a pesar de ser cien por ciento producto de la inmigración gallega en Buenos Aires. Si bien el relato de su nacimiento puede resultar fantástico y exagerado, condice perfectamente con su labor de “cuentero”, como le gusta definirse. Cuentos infantiles y clásicos, leyendas y cosmogonías, todo tipo de historia es susceptible de ser contada –y transformada- en sus espectáculos de narración oral.

Es miembro fundador de la compañía de cuenteros “El viajecito de Felipe” (www.elviajecito.com.ar) junto a Juan Tapia, Manuel de la Serna y Francisco Benvenutto, todos discípulos del gran narrador oral y maestro Juan Moreno. En sus espectáculos de narración oral, alejados formalmente de la tradición de payadores y contadores de chistes, “El viajecito…” despliega un repertorio amplio que puede abarcar tanto historias folklóricas y mitos de África y Oriente como la desopilante galería de monstruos del conurbano creada por Gallego. José Luis no se dedica apenas a contar todo tipo de historias ante el público, sino que además las escribe y edita en el formato de libro-objeto, en sociedad con su compañera en el trabajo y la vida, la diseñadora Helga Wolfert.


Las historias de tus libros están repletas de situaciones altamente improbables y de sucesos o personajes mágicos, ¿Dónde surge todo este mundo fantástico?

José Luis Gallego: Las historias surgen de la necesidad de expresar imágenes, ideas, pequeños mundos y personalidades que, de no ser escritas o dichas, mueren en la vorágine de mi pensamiento. Los cuentos que escribo vienen de algún lugar al cual se accede luego de un viaje al otro lado del mundo de la razón. Este viaje implica empaparse de recuerdos que uno trae al mundo de la “realidad”. Después les pongo comas, párrafos, trato de que se entiendan y, si me gustan, los publico. Una vez que son publicadas, estas historias dejan de apremiarme. Entonces me siento en general cómodo; de esa comodidad escapo viajando y, de esos viajes, surgen nuevos relatos.

Yo escribo por una necesidad ulterior que profana inclusive mis comodidades. Me gusta más que el dinero. Escribo por necesidad. Después la historia sola te dice lo que quiere: si quiere ser leída, contada, dibujada; es la historia, la pieza artística la que habla por si misma, pero para eso debe ser concebida. Y no se me ocurre otra forma de concebir, parir, engendrar una historia, que a través de la más profunda libertad. Ausencia de condicionamientos y barreras. La imaginación, la creatividad, es un espíritu inquieto y frágil. No soporta que le digan qué hacer o cómo, sólo sabe batir las alas y viajar. Se puede domesticar, pero muy domesticado ya pierde lo salvaje y se vuelve predecible. Es un concepto que, en mi caso, es aplicable al arte en general, o es libre, o no es arte en lo más mínimo.


Después de percibir como se transforman las historias a la hora de ser narradas. ¿Cuál es la génesis que vos les das? ¿Son cuentos para ser leídos o historias para ser contadas?
JLG: Los cuentos o historias son apenas eso, cuentos e historias, no tienen ningún objetivo determinado. No son ni para ser leídos ni para ser contados, ni dibujados ni explicados. Son procesos independientes. Crear los cuentos por un lado; transmitirlos por el otro. Si los cuentos son leídos o contados es un asunto posterior. Es como el caso de las adaptaciones cinematográficas de obras literarias: aunque el libro ya esté escrito, para hacer la película habrá que estudiar cómo contar la historia de nuevo, porque cada medio requiere su lenguaje. Con la narración oral sucede lo mismo, la literatura y la oralidad son dos cosas tan distintas que hasta compiten entre sí. Incluso es distinto leer una historia en voz alta que contarla. La historia al ser contada se transforma en tres dimensiones. Mi maestro Juan Moreno llama a este proceso “leudar la historia”, este concepto se refiere a que a medida que uno las va contando, las historias crecen y se enriquecen tanto en detalles como en emociones, adquiriendo distintos planos por donde el oyente puede viajar.


¿Cómo surge la idea de presentar las historias dentro de un libro-objeto?

JLG: Soy gráfico por naturaleza, siempre me gustó. Disfruto del proceso gráfico, producción, diseño, impresión, encuadernación. Me gusta que la pieza gráfica además de poder ser leída sea un producto artístico en sí mismo, que más allá de lo que allí se diga cada elemento funcione y tenga valor por sí mismo. Es decir, los cuentos, las historias, tienen que producir algo aunque estén impresas en fotocopias o escritas a mano. Las imágenes que ilustran los cuentos deben ser independientes de los cuentos y aunque se relacionen con la historia, tener vida propia. Por ejemplo, pongamos por caso los muñecos que produzco para los espectáculos: la tercera dimensión de su existencia no esta incluida en el papel de los libros. Si te los encontrás por ahí solitos, quizás surge algo más allá del cuento, la posibilidad está abierta. Y con el libro ocurre lo mismo, aunque el interior sea ilegible, para mí un libro debe causar un impacto como objeto, una relación con quien lo tiene en su mano.


¿Cuál es el aporte que el diseño le da a los relatos?
JLG: El diseño es parte del proceso del que venía hablando. Una vez que ya son señores cuentos o señoritas historias, han sido corregidos y merecen ser publicados, quedan en manos del diseñador. El diseño es como la ropa que viste a los cuentos para ser leídos. Podrían ser leídos a letra de médico, pero sería como presentarte a mi prima en harapos, no es lo mismo. En el caso de Helga Wolfert, la diseñadora de mis libros, entiende y conoce perfectamente la personalidad de mis relatos y los empilcha con una ternura certera. Tratándose de un libro-objeto, el diseño también se relaciona con los distintos planos que componen la pieza gráfica que es “el libro”. El diseño juega un papel con los textos, las ilustraciones y el conjunto. En el caso de Helga, además del diseño ella desarrolló el arte del libro, es decir, la presentación de todo lo que se está contando en un solo lenguaje, un denominador común sobre el que se apoyan todas las otras piezas de las que ya te hablé. Si bien la idea de formato, tapas, gramajes y contenido corrió por mi cuenta, Wolfert encontró una forma de interconectar todas esas expresiones para que brillen.


¿Por qué siempre usás diminutivos en los títulos de tus libros?

JLG: El diminutivo es el significante en relación con el todo. Es la personalidad de una miguita de pan sobre una mesa donde ha ocurrido un asesinato. Seguramente un periodista contará los cadáveres, investigará qué comieron en la cena, indagará su pasado, buscará pistas, elucubrará posibles causas, etc. Yo, en cambio, estaré más interesado en el destino de esa miguita.

Publicado originalmente en http://blogs.arsomnibus.com/arteartida/


Entrevista con Helga Wolfert sobre diseño de libros objeto


Para saber más: joseluisgallego@gmail.com


El “Viajecito de Felipe” ya está con espectáculo nuevo:

“Él apareció y dijo que mi abuela era de mentira”
Horarios de funciones y otras infos: www.elviajecito.com.ar


Para vestir monstruos



Plagados de asesinos brutales hasta la ternura, fantasmas trabando amistad con niños asombrados ante la locura de sus padres y seres marginales sin rumbo, los libros-objeto “La existencia es mullidita” (2004) y “El niño Miguita” (2008) sorprenden tanto por sus historias inconcebibles como por su concepción gráfica: pequeños como para ser portados en una billetera, ilustrados por el propio autor, José Luis Gallego, y bellamente diseñados cuento por cuento por la diseñadora Helga Wolfert, al punto de que es posible saborear el tenor del relato desde el formato de la letra.

En la mayoría de los libros que hemos leído, quietas letras de molde sobre fondo blanco inducen al lector a formar en su mente las imágenes que irán narrando la historia a través de la puesta en juego de su imaginación, y ésta será la única vía por la cual viajarán todas las emociones, ideas y sentimientos que el autor haya querido transmitir. Distinto es el caso de las narraciones en formato de historieta (o en novelas ilustradas), donde el dibujo obvia partes del relato y define de forma incontestable el rostro, el paisaje y hasta la forma de vestirse de los personajes, dejando menos libertad a los lectores para definir los detalles de la historia. Ya en “La existencia es mullidita” nuevos recursos entran en escena dejando su impronta: el papel oscuro y de remembranzas casi groseras nos introduce en el mundo opresivo y lleno de humoradas bizarras de sus personajes, donde formatos de letra que cambian a medida que avanzamos en los relatos van dejando en claro que aquí nada puede darse por sentado. En “El niño Miguita” la tendencia de acentuar lo impermanente se profundiza: las múltiples tapas del libro son plausibles de ser cambiadas, poniéndole un rostro diferente a la obra cada vez que se la toma en las manos, alterando el orden de los textos e incluso del título del libro.

Los dos libros nos invitan a hacer un uso aguzado de la imaginación, a la vez que con su abanico de estímulos nos inducen al estado de ánimo ideal para acercarnos a estas historias, como una música de fondo en la sala del cine. El dúo Wolfert-Gallego compone un combo creativo que transforma las reglas de acceso al antiguo arte de la lectura, acrecentando la importancia del diseño gráfico como vehículo sensorial para una obra literaria.

Publicado originalmente en http://blogs.arsomnibus.com/arteartida/
Para saber más:

Entrevista con Helga Wolfert

Entrevista con José Luis Gallego


Publicado originalmente en http://blogs.arsomnibus.com/arteartida/

Vistiendo al monstruito




Si Luis Gallego es la cara creativa de los libros objeto “La existencia es mullidita” y “El niño miguita“, la contracara no es otra que su socia en la vida y en los proyectos: Helga Wolfert. Diseñadora Gráfica recibida en la Universidad de Buenos Aires hace 13 años, comenzó en la profesión trabajando en pre y post impresión en empresas gráficas, ganando ese contacto directo con los productos gráficos que en la Facultad cuesta tener. Por otra parte, y como ella misma objeta, gracias a las presiones propias de la industria, en aquellos años lo importante era producir, más que expresarse.
Sin embargo, con el paso del tiempo logró independizarse, para comenzar a diseñar productos de mayor compromiso creativo: la revista juvenil “EME” –de circulación en el Gran Buenos Aires-, catálogos de ropa, tatuajes y estampas para indumentaria infantil. Además, claro está, los libros objeto “La existencia es mullidita” y “El niño miguita”.


¿Cómo nace la idea de hacer los libros objeto?
Helga Wolfert
: El tipo de diseño tiene que ver con el cliente. Luis es un tipo muy creativo, sus cuentos son muy locos, no podíamos hacer un libro de formato estándar. Creo que el diseño no debe competir con el relato, ni con el producto en general. Si hablamos del libro, el diseño acompaña al relato, le da una “vueltita más” a la historia, la cuenta, resumida y a su manera, en imágenes.



¿Por qué “El niño Miguita” tiene tapas múltiples?
HW
: En “El niño Miguita” todos los cuentos tienen igual importancia. El escritor les dio un orden desde su criterio, pero cada lector puede tener su propio libro dependiendo de su criterio personal, con su propio comienzo y hasta con otro título, y eso ser cambiado con el correr del tiempo. Por eso cada una de las tapas tiene la misma dedicación, todas pueden estar al frente y ser la cara visible del producto, no apenas una como en la mayoría de los libros.


¿Cuál creés que es el aporte que el diseño le da a estos libros?
HW
: El diseño le dio una vestimenta al libro, cierta personalidad expresada a través de la percepción visual, independiente de los textos. El diseño en sí es una forma de arte. Por eso me parece justo que la diseñadora aparezca en los créditos porque es parte importante del producto, y es importante que la gente sepa quien fue, para bien o para mal.


¿Cómo es tu método de trabajo?
HW
: Como dije, el tipo de diseño va a depender del cliente o producto al que está dirigido. Creo que siempre que se encara un diseño tiene que haber un trabajo previo de investigación, muchos bocetos, antes de poder sentarme a la compu y concretar. Yo voy por la vida con un cuadernito de hojas lisas y mi lápiz negro, bocetando ideas cada vez que aparecen.


Para saber más: helgawolfert@gmail.com




Publicado originalmente en http://blogs.arsomnibus.com/arteartida/


jueves, 16 de abril de 2009

El futuro llegó hace rato



El ingeniero y artista Joaquín Fargas está presente simultáneamente en la 5ª Bienal Internacional de Arte Textil que tiene lugar en Buenos Aires, Argentina, del 1 al 25 de Abril en el Palais de Glace – Palacio Nacional de las Artes-, y en la muestra “Imagos”, que se realiza en la galería Objeto-a (http://www.objeto-a.com.ar/), Niceto Vega 5181, Capital Federal, entre el 14 de abril hasta el 2 de mayo del 2009.


El artista/ingeniero Joaquín Fargas es una persona que no suele conformar a sus interlocutores, principalmente cuando a éstos les agrada etiquetar firmemente a cada cosa que se tenga por delante. Resistido con frecuencia por científicos, artistas y diseñadores, Fargas hace oídos sordos y continúa adelante con sus múltiples proyectos: es el director artístico del Laboratorio de Bioarte de la Universidad Maimónides (institución pionera y uno de los pocos centros en el mundo dedicado a la creación bioartística), está preparando la instalación definitiva de su escultura ambiental “Sunflower – centinela del medio ambiente” en la ciudad de Ushuaia, continúa divulgando el proyecto “Biósfera” –pequeños recipientes de vidrio donde se encuentra concentrada una cantidad de agua junto con plantas acuáticas y microorganismos, conviviendo en un ambiente sustentable- y, como si esto fuera poco, también se dedica al arte textil, en sociedad creativa con la diseñadora de indumentaria Gabriela Musutto y la colaboración de Martín Alterisio, Juan Zerbini Berro, Fernanda Amenta y María Eugenia Rodríguez, parte del staff de la productora de la Universidad Maimónides.

Claro que por ser creación suya, no podía tratarse de ropa para usar a la hora de ir al supermercado, sino que los diseños del proyecto “I wear” que se exhiben en ambos eventos traen una innovadora conjunción de materiales no tradicionales, sumado a un look apropiado para la novia de Terminator.

La muestra de Fargas está proyectada como una instalación con una pantalla exhibiendo un video y el desplazamiento entre el público de colaboradores vistiendo la colección de chalecos interactivos “Vestiario” (del inglés: vest = chaleco). Estas personas, los alumnos de la Licenciatura en Tecnología Multimedial Ayelén Santamaría, Mauro Camacho y Juan Diego Camacho, más la participación de María Belén Ramírez Llorent, exhiben los tres modelos de la colección: “Vest Greeting” (chaleco saludo), munido con un sensor que al detectar que alguien se acerca emite un saludo de bienvenida, “Vest Link” (chaleco vínculo), equipado de a pares con sensores que detectan la distancia entre ellos y al alejarse entre sí hacen sonar una alarma, y “Vest Contact” (chaleco contacto), con sensores que detectan el contacto físico del usuario con otra persona y encienden una batería de luces en la espalda a la hora de darse un abrazo.

Si bien esta colección de chalecos puede parecer innovadora, se queda corta frente al vestido de nombre aún misterioso que es la pieza central de la muestra. Ideado con intenciones performáticas, ha tenido desde boceto varias pretendientes a usarlo y a comprarlo, a pesar de –o gracias a- sus muchas y originales peculiaridades. Confeccionado en base de tules, resina poliéster y tela de mosquitero de aluminio, conviven en él la dureza del metal con la vaporosidad propia del tul. Una serie de láseres ubicados en el ruedo exceden con su luz el contorno de la falda, y otra serie de luces localizada en la espalda despliega un juego luminoso que lo asemeja a un pavo real digital. Además, otro dispositivo láser simulando ser un ojo montado sobre una máscara que cubre la mitad del rostro de la performer Malena Colella, titila al emitir un mensaje en código Morse.

Pero la innovación no termina ahí. Toda esta batería lumínica está comandada por un microprocesador montado en el cinturón del vestido al que es posible acceder con diferentes programaciones y modificar la secuencia de luces, incluso a través de controles remotos que pueden ser distribuidos entre el público, y lleva entrecruzado con el tejido una red de fibra óptica que conecta los componentes electrónicos y aumenta el volumen del vestido.

Fargas afirma que además de ser innovador desde el diseño, este vestido abre la puerta a nuevas experimentaciones de índole científica, tanto en el uso como en la obtención de materiales novedosos. De cualquier forma, él sostiene que el hecho creativo es importante en sí mismo, y no es necesario buscarle una utilidad práctica a todo lo que se crea. Entusiasmado por la buena respuesta que viene recibiendo de quien conoce los prototipos del vestido y lejos de estar preocupado por justificarse, junto a su equipo ya está proyectando una colección completa de vestidos interactivos, y espera poder comercializarlos con aportes provenientes de la lejana Singapur.


Ver más fotos en http://picasaweb.google.com/diversideas/ElFuturoLlegoHaceRato#

Copyright de las fotos Sergio Victorino - Performer Malena Colella - "I wear"

martes, 3 de marzo de 2009

Zanela nos "apunta"

Artista, fotógrafo y arquitecto, Zanela aplica a la fotografía, el video y las instalaciones su conocimiento acerca de cómo se registra la imagen sobre la película y cómo ésta es proyectada. En el caso de “Apunte”, la obra fue concebida según el principio de anamorfosis, mediante el cual una imagen proyectada y luego trazada en un espacio, se recompone únicamente desde el mismo punto de vista desde donde se la proyectó.

A partir del rupturismo producido por las vanguardias del siglo XX se difuminaron las fronteras que definen al hecho artístico. Innumerables obras se gestaron buscando la respuesta a qué es arte y qué no lo es; este interrogante, de momento, continúa con respuestas variadas y muchas veces contradictorias. Abrigado por esta polémica, la obra de Zanela invita a cuestionar dónde están los límites del arte en sí.

Este artículo fue publicado originalmente en http://multimedia.maimonides.edu


lunes, 2 de marzo de 2009

Duchamp, según pasan los años


















Algunas reflexiones surgidas al presenciar la muestra Marcel Duchamp: Una obra que no es una obra “de arte”, primera exhibición individual del artista en América Latina
Fundación Proa - Pedro de Mendoza 1929 - Ciudad de Buenos Aires - Argentina
22 de noviembre de 2008 // 01 de febrero de 2009 - www.proa.org

El hilo conductor en la obra de un artista multifacético como Marcel Duchamp (MD) ha sido, sin dudas, su vocación innovadora. Pintura, cine, fotografía, música, diseño gráfico, curatoría, fueron algunas de las disciplinas a las que se ha dedicado, siempre dejando su impronta rupturista con el pasado, con el academicismo agónico y asfixiante. Vinculado a lo largo de su vida a las vanguardias dadá, surrealista, cubista y futurista, de influencia crucial en el Pop Art y el postmodernismo, es mirando su obra en perspectiva cuando apreciamos con claridad la dificultad en etiquetarlo y en restringir su obra a algún tipo de código preestablecido, ya sea de estilo o incluso de actividad. Su figura aparece como la de los primeros exploradores del Nuevo Mundo, haciendo posibles nuevas miradas y perspectivas.
Hoy día todavía se polemiza sobre si el taburete de su obra “Rueda de bicicleta” (“Roue de bicyclette”, 1913/1964) cumple la función de la tarima o es parte integrante de la obra; lo cierto es que su creación fue una ruptura con el concepto de estética dominante de la época: un arte sereno, bello y disponible para ser expuesto en museos y academias. El mismo tipo de arte que la rebelión Dadá condenaba por ser la cara visible de una sociedad mortecina cuyas tradiciones, creencias y costumbres fueron capaces de provocar la masacre de la Primera Guerra Mundial, a la que MD cuestiona jugando con la revalorización de los objetos. Mucha tinta ha corrido y mucho se ha hablado intentando teorizar y enmarcar estilísticamente esta obra, pero por lo que sabemos del autor probablemente fue más un fruto del azar que de la aplicación, antes un juego destinado a romper moldes que una “masterpiece”. Justo es recordar que observada por un lego, no deja de ser una rueda clavada en un banquito.
Igual rol les hace ocupar a los célebres “ready-mades”, objetos “ya hechos” comprados en el mercado o la ferretería, ni lindos ni feos desde la perspectiva del artista, a los que MD cobijaba bajo un título que los recontextualizaba como un objeto artístico. Los ready-mades constituyen una reacción contra el arte “retiniano”, como él llamaba despectivamente al arte visual tradicional, por un arte donde prevalece la experiencia mental del observador. Así, una pala de nieve común es titulada “A cuenta de un brazo roto” (“In advance of a broken arm”, 1915), firmada y de esta forma transformada a través del deseo del artista en un (supuesto) objeto de arte. Lo mismo ocurre con el famoso mingitorio presentado en el Salón Internacional de Artistas Independientes de New York (1917), titulado “Fuente” (“Fountain”, 1917/1964), firmado a fin de ser expuesto con el pseudónimo R. Mutt (nombre de un fabricante de sanitarios) y que fuera rechazado por el jurado de selección, a pesar de que la muestra prometía con el lema “Sin jurados ni premios” ser un espacio renovador donde se abrirían las puertas a un nuevo arte libre de prejuicios. Lo cierto es que “Fuente” no obtuvo validación artística desde un salón de exposiciones, sino desde una reproducción fotográfica encomendada por el artista al fotógrafo Alfred Stieglitz, abriendo hasta hoy una inacabada discusión acerca de los límites de lo que podemos llamar arte y sus métodos de validación.
Otra contribución importante de la obra de MD fue la de añadir un concepto a la obra en sí, en un intento de disminuir el factor “retiniano” en favor de una apreciación más intelectual de la obra. Un ejemplo claro de esta búsqueda conceptual es “El Gran Vidrio” (“The Large Glass” también llamada “La Mariée mise â un par ses Célibataires, même”, “La novia puesta al desnudo por sus solteros, incluso”, fechado entre 1915 y 1923, año en que la declara “definitivamente inconclusa”), considerada una de sus obras cumbres, formada por dos paneles de vidrio montados en dos niveles, donde el superior representa el universo de la novia y el inferior el de los solteros. En este caso, la necesidad de un “manual” de apreciación artística adecuado es evidente, ya que sin el –o al menos sin considerar su título-, podríamos vanamente pensar que se trata de una obra abstracta, donde las formas no guardan otro significado que aquel que el espectador le quiera atribuir. Sin embargo, anoticiados de las intenciones expresivas del autor y de los estudios previos necesarios para la concreción de la obra, entendemos que se trata de una clara alusión erótica –aunque no hay nada en las imágenes ni en los colores que nos hagan pensar tal cosa.
Algo similar ocurre con el ready-made donde interviene una de tantas reproducciones de “La Gioconda”, dibujándole al lápiz bigote y perilla y agregándole al pie el nuevo título: “Ella tiene el culo caliente”(“L.H.O.O.Q.”, 1930), resignificando así el más conocido de los retratos de la cultura occidental. Aquí surge nuevamente su espíritu lúdico e irreverente, más parecido a una broma hecha por amigos aficionados al arte entre las copas de un bar, que al producto de un artista de renombre: no sólo “ella” sonríe a causa de sus deseos sexuales, sino que además exhibe inesperados atributos masculinos, como el bigote. Más tarde tomará otra copia de la misma reproducción popular y hará una nueva intervención, cambiando el título “La Gioconda” por “L.H.O.O.Q. afeitada”, otorgándole así una historia “artística” a una reproducción barata, donde ya no es tan simple afirmar el nombre del autor de la obra.
“L.H.O.O.Q.”, al igual que el mingitorio “Fuente”, exploran o incluso atraviesan la frontera de lo que se puede considerar un hecho artístico. Hay quienes afirman que el trabajo de descontextualización-recontextualización realizado por un artista de fuste sumado a la aceptación pública ya es condición suficiente para considerar a las obras “de arte”. Otros, en cambio, sostienen que arte es la aplicación creativa de una técnica que logra la transmisión de una idea trascendente; en este caso, ni la mera aplicación correcta de una técnica ni la aceptación de la masa alcanzan para poder considerar a estas obras como “artísticas”.
Si bien la intención original de MD parece entrar en colisión con la noción de “aura” acuñada por Benjamin (la cual sostiene que un objeto de arte tiene una significación especial en virtud de su autoría de origen, historia como objeto e incluso su trayectoria a través de los diferentes dueños que lo usufructuaron), el caso es que estos simples objetos después de haber sido escogidos y firmados por Duchamp adquirieron un prestigio artístico del que otros objetos de producción en serie carecen. Ninguno de los ready-mades originales existen actualmente, ya que éstos fueron perdidos, desechados o rotos, y los que se exhiben hoy en día en todo el mundo son réplicas realizadas y autorizadas por el propio Duchamp, y aún así mantienen iguales valorización y aprecio del público que los intentos originales, validando de esta forma la teoría de Benjamin.
Esta polémica sobre verdadero/falso u original/copia se renueva con la creación de sus “Boit-en-valise”, “museos portátiles”, reproducciones en miniatura de sus obras de arte presentadas dentro de valijas de viaje, destinadas a amigos o clientes, que resultaron en sí mismas objetos artísticos. Al parecer, la pregunta que MD se hizo en 1913: “¿Puede uno hacer obras que no sean “de arte?” tuvo a lo largo de los años diferentes ensayos de respuesta, todos negativos.
El caso es que a MD poco le gustaban los “ismos”y todo tipo de clasificaciones, al punto de que cada una de sus obras resultó ser distinta a la anterior, sin haberse detenido a estudiar las posibilidades de exploración artística que le traía cada nueva vertiente descubierta. Al ser expulsado de la Sección de Oro del Cubismo por su obra “Desnudo bajando por una escalera” (“Nu descendant un escalier”, 1912) nunca más vuelve a afiliarse a ningún grupo –si bien trabajó más tarde en colaboración con Man Ray, Breton y otros surrealistas.
Es curioso que el motivo de su expulsión de la Sección de Oro no fuera su estilo pictórico ni la temática abordada, sino que en particular “Desnudo..” –probablemente una de sus mejores obras- fue acusado de salirse de la regla del grupo a causa de su título, ya que su
tratamiento del desnudo diseccionando el movimiento del cuerpo a través de imágenes sucesivas superpuestas no condecía con la ridigez formal que Gleizes y Metzinger proclamaban.
Entre 1946 y 1966 MD trabaja en la que se considera una de sus obras mayores: el diorama “Dados: 1- La cascada, 2- El gas del alumbrado público”(“Etant donnés: 1-la chute d’eau, 2- le gaz d’eclariage”), donde con sus acostumbrados juegos de palabras añade desde el título aún más incertidumbre. A través de la mirilla montada sobre un inexpresivo portón de madera, nos encontramos con un agujero en un muro parcialmente derruido –un dispositivo para espiar a un dispositivo para espiar- y allí observamos parte del cuerpo de una mujer desnuda recostada sobre un colchón de ramas secas que inequívocamente exhibe su vagina pero no su rostro, sosteniendo una lámpara de gas en una de sus manos delante de un paisaje colorido de árboles, cielo luminoso y una cascada. Fruto de su madurez artística en la que fue trabajando secretamente hasta su muerte, esta pieza conjuga varios de los elementos que el artista desarrolló a lo largo de su carrera: ready-mades, conceptualización, la asunción del punto de vista del espectador -¿sabrá la mujer que la estamos espiando?-, superposición de técnicas y materiales, erotismo; la suma de su bagaje técnico para alcanzar su cumbre creativa.
Cuando Marcel Duchamp presentó su urinario en 1917 buscando provocar una ruptura con los cánones establecidos, consiguió ampliar el panorama de lo que puede ser considerado válido en la creación artística. En concordancia con los avances tecnológicos de su época, vio nuevas posibilidades expresivas en meras reproducciones y productos en serie, elevados a la condición de “objetos artísticos” en virtud de lo creativo de sus intervenciones. Su legado no fue apenas innovar en técnicas y en medios para producir arte sino, fundamentalmente, en demostrarnos que nunca se acaban las posibilidades de ser creativos.
La procura de la respuesta: “¿Cómo hacer una obra que no fuera una obra de arte?” constituyó la piedra fundamental de su búsqueda artística; responderla, sin embargo, ha ido perdiendo foco a lo largo del tiempo, al punto que hoy se lo considera unos de los “standards” artísticos del siglo XX, estando su obra bien cotizada y a resguardo, embutida dentro de los mismos museos a los que el genio del artista intentó alguna vez destronar.

Este artículo fue publicado originalmente en http://multimedia.maimonides.edu